miércoles, 21 de mayo de 2008

Fantasía abominable

Temo profundamente que mis constantes y, últimamente, cada vez más frecuentes arrebatos de ira, puedan llegar a sumergir este blog, que debería ser un fresco y chispeante reflejo de mi sapiencia, en una especie de tedio monotemático que pueda llegar a cansar al (poco avispado) lector. Pero aún así debo ser fiel a mis principios, a mi noble causa, que es la del hombre que ve la inmundicia que nos acosa y nos ahoga y se siente en su deber al tratar de erradicarla y desterrarla para siempre a donde ya no pueda sentirse su hediondo perfume. Por eso voy a hablarle hoy, poco lúcido pero apreciado (intelectualmente) lector, de la literatura fantástica.

No hay cosa más depravada, más deformante, más falaz y peligrosa que la literatura de fantasía. La literatura debería, según mi forma de entender este mundo indecente, ser guía y camino para los perdidos, ser el faro que nos lleve a buen puerto y nos permita seguir la vía de la rectitud, la decencia y la geometría. La literatura, pues, ha de ser veraz. El mismo concepto de "literatura fantástica" es ya un híbrido lo bastante horrendo como para que se nos permita mostrar, ante su mención cacofónica, la más profunda y explícita repulsa. Entenderá pues, lector (no muy atento), que deba yo, hombre de principios, denunciar la existencia de ciertas obras "de fantasía" que ensucian las ricas veredas de la palabra. Estas obras son El Señor de los Anillos y Harry Potter.

Me leí las dos sagas en dos días, repitiendo algunos de los pasajes para tomar las notas adecuadas y elaborar una buena crítica. Al término de dicha actividad, estaba tan próximo a la arcada, que tuve que comerme tres bocadillos de salchicha para poder recuperarme. No sé por donde empezar a mostrar mi indignación. Por una parte querría destacar el hecho de que todo cuanto se cuenta en estos libros es MENTIRA, y que si se lo han creído tienen todo el derecho a sentirse frustrados, furiosos y enajenados. Son libros perniciosos, que hacen apogeo de la brujería (el niño ese, Harry Potter... deberían cogerlo y enterrarlo donde nunca brille el sol, para que deje de perturbar a su pobre tío Vernon, hombre decente como el que más y un auténtico modelo de lo que debe ser un espíritu emprendedor, y a su tía Petunia, mujer de perfil y planta intachables) y de la herejía, y presuponen que en este mundo pueden existir seres tan deformes como los enanos o los orcos y pasearse por ahí. El hecho de que un señor bajito y arrugado pueda sentarse algún día a mi lado en el autobús me horroriza profundamente... ya no digamos si es verde. Estas cosas deforman la imaginación de los niños, engañan la mente de los adultos y trastornan la realidad. Deberían arder en la hoguera juntoa sus creadores.

En días como este, es cuando más hecho de menos el perfecto régimen medieval. Ah, Boecio, no desesperes. Algún día tu doctrina prevalecerá y recuperará su perdido esplendor. Hasta entonces, yo destaparé los vicios por ti. Pero ahora, si me lo permite el (no demasiado listo pero fiel) lector, debo dormir seis horas para recuperarme. La ira me cierra la válvula.

Fdo. Ignatius J. Reilly, defensor del orden teológico.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Desde luego Ignatius, estoy completamente de acuerdo contigo, el mundo sería mejor si se leyeran libros como "El Trampolín faústico" o "A contracorriente"...

Anónimo dijo...

A contracorriente es del Canto del Loco, ¿no?