domingo, 31 de agosto de 2008

El azote de occidente ha vuelto

Queridos aunque ignorantes lectores míos:

Supongo que tras el tiempo que pasaron siguiendo este ilustre blog mío, se sentirían un poco desorientados durante este lapso durante el que no he escrito, debido a que he estado ocupado viajando con la señorita Minkoff a lo largo de la deprimente, polvorienta y decadente geografía estadounidense, lo cual ha sido una experiencia traumática de la que prefiero no hablar demasiado.

Mis aventuras nómadas, sin embargo, se van a ver detenidas al menos por un tiempo, ya que estoy aceptablemente instalado en Canadá. ¿Por qué, se preguntará el poco avispado lector? Pues porque Myrna y yo hemos vuelto a la universidad, y hemos escogido York University, en Toronto, Canadá, para ensanchar nuestros conocimientos, si es que esta universidad no resulta ser tan corrupta como en la que me doctoré años ha.

Personalmente, creo que Europa cuna de culturas y civilizaciones importantísimas, es una región claramente superior a la decadente América, donde me he visto obligado a pasar la mayor parte de mi vida. Y hasta que no tenga constancia de que los aviones son 100% seguros, no subiré en uno. Por lo tanto, el país más aceptable en el que puedo vivir de momento es Canadá, que como deben saber, tiene monarquía, lo cual lo convierte en un lugar con visos de ser aceptable desde el punto de vista teológico.

Les seguiré informando,

Ignatius J. Reilly, estudiante de nuevo

viernes, 6 de junio de 2008

On the road


Fieles (y tímidos) lectores:

Una nueva vida empieza para mí. Dejo atrás la existencia recluída de mi casa de New Orleans con mi anciana madre. Ahora escribo desde un área de servicio, tomando un delicioso Dr. Nuts, mientras Myrna consulta un mapa. Mi válvula se abre al respirar el aire fresco de la noche. Voy de viaje con mi antigua enemiga, montado en su furgoneta mexicana, hacia el norte, hacia el Bronx trepidante, quizá hacia más al norte, hacia misteriosos y nevados países bilingües y decentes; que retrataré en este blog que ahora comienza una nueva etapa.
He logrado rescatar del fuego un par de cuadernos, los disquetes que contenían lo fundamental de mi gran obra, mi abrigo de cuadros y mi gorra de cazador, Myrna ha venido a casa y hemos conseguido salir antes de que llegara la policía a detenerme por prácticas antiamericanas, como si no hubiera delincuencia en mi antigua y corrupta ciudad.
Myrna conduce con destreza, ya ahora también con mesura gracias a mi consejo. Parece que Fortuna me ha salvado por fin de un ciclo espantoso.
Tendrán noticias mías.

Ignatius J. Reilly, on the road.

Apocalipsis

Oh, esto se desmorona todavía más. Mi madre amenaza de nuevo con arrebatarme este ordenador, y creo que quiere llamar a la policía, ya que el terrible jubilado con el que va la ha convencido de que soy un comunista. Tras el traumático y janeeyresco episodio del fuego, mi madre ha venido a despedirse de mi de una forma inquietante, se va con el jubilado, y quién sabe qué deparará Fortuna para mi.

Myrna ha dejado un comentario, y me ha mandado un breve correo acerca de su interés por mi situación. Aunque puedo apañármelas sin ella, si me ofrece su ayuda, no se la negaré, ya que sería descortés por mi parte, aunque me negaría a aceptar una proposición indecente de su parte. Antes arder.

Ignatius J. Reilly, atrapado por las circunstancias

Al comienzo de la escapada

El fin acaba de comenzar, mi madre me ha cogido desprevenido mientras tecleaba en mi Amstrad y se ha desecho de todos mis bienes de la manera más irreflexiva posible: quemándolos en el horno. Toda la casa está llena de humo, es insostenible la situación.
En la mansión del Rey de la Montaña de Grieg resuena al compás de los chasquidos del fuego y temo que sea una estratagema de esa vieja loca para obligarme a salir de mi cuarto a buscar trabajo y abandonarla al libertinaje mientras TODOS mis cuadernos Big Boss, mi guante de plástico y cuantiosos objetos de valor arden atizados seguro por algún brebaje de alto grado.
No sé cuanto más lo podré soportar, la situación es insostenible y ustedes saben que no soy nada quisquilloso. Comienzo a escuchar gritos provenientes de la casa de la vecina, es posible que las llamas estén alcanzando ya su cutre cobertizo. Espero que denuncie a mi madre y acabe de una vez en la Prisión Federal. Mi válvula se cierra, noto la bilis en mi boca. Es hora de ir a buscar un Dr. Nuts.

Superviviente, Ignatius. J. Reilly.

miércoles, 4 de junio de 2008

Un país como Dios manda

Ayer, mientras escuchaba la radio por motivos geométricos (un aparato inventado en el siglo XIX es de lejos mucho más geométrico que cualquiera inventado en el XX, como las cámaras de cine, la televisión o los ordenadores) adquirí conocimiento de la existencia de un maravilloso país que hasta el momento me era del todo desconocido. Este país, eslavo y fronterizo con Rusia, se llama Kapriszkavia, y debería ser ejemplo para todos los demás países odiosos que envenenan la comunidad internacional con sus regímenes no monárquicos y virtualmente democráticos.

Kapriszkavia es un país poblado mayoritariamente por cabras, animales de gran dignidad que nos ofrecen su leche a cambio de unos puñados de hierba y que encarnan los valores más importantes de la antigüedad, representados en actividades tan nobles como el pastoreo de cabras, el consumo de leche de cabra, el comercio de cabras y, en general, cualquier actividad humana relacionada con las cabras, por indecente que esta sea. En Kapriszkavia también viven otras formas de vida más detestables, como los mosquitos, las ranas de charca, los gatos monteses, los osos pardos y los seres humanos. Estos últimos, si bien hasta hace poco se mantenían en harmonía con el maravilloso orden natural que les había sido dado, han optado por abrise a la modernidad y se están volviendo los más detestables de todos. Se han atrevido incuso a instaurar un régimen democrático SIN rey. Me siento triste.

Aún así, la escasa población humana de Kapriszkavia y su tendencia a habitar en poblados aislados construidos sobre piedra virgen o bajo el amparo de las montañas, en grandes cuevas neolíticas, además de su dedicación a las cabras, convierten este pintoresco país en un destino turístico de gran interés para mi persona. Me gustaría perderme por los vastos campos con mis cuadernos Gran Jefe y escribir algún ensayo elogiando los modos de vida, usos y costumbres tradicionales, especialmetne vinculados a las cabras o, si se tercia, a las vacas y ovejas. Y como allí vive tan poca gente, nadie me molestaría. Lo único preocupante es el suministro de salchichas... tendría que llevarme un buen surtido de aquí para poder sobrevivir. La leche de acabra es un manjar que se disfruta más si se toma en pocas cantidades.

Sí, decididamente, tengo que viajar allí.

Fdo. Ignatius J. Reilly, Viajero intrépido.

martes, 3 de junio de 2008

La solución definitiva

La tediosa vida a la que mi madre me ha subyugado al desprenderme de mi preciado y consolador Amstrad puede empeorar ante la amenaza de una inminente incautación del engendro moderno que me mantiene en contacto con el mundo cibernético. Ya he escuchado un par de veces a mi madre hablando con el Agente Mancuso, ese degenerado que se supone vela por la ley y seguridad en esta corroída ciudad, para que se encargue de hacer el trabajo sucio y destruya mi principal fuente de asueto.

No obstante, mi superior inteligencia ha diseñado un plan para evadir los constantes arrebatos de ira materna. Una benevolente página web, No puedo creer que lo hayan inventado, me ha iluminado y creo haber hallado la solución: El Ordenador-Microondas.

Este ingenioso invento de alguna mente perturbada a la par que genial, no sólo me permitirá continuar ilustrando a los lectores del presente blog (sé que se ha convertido en un rito imprescindible para vosotros) si no que me permitirá evadir los ataques de mi vieja madre, alegando quizás que me he convertido en un gourmet de la cocina moderna, a pesar de que considero el microondas un invento poco geométrico.



lunes, 2 de junio de 2008

Mi válvula



Para todos aquellos que, como mi madre y Myrna, dudan de la existencia real de mis malestares pilóricos, escribo este post y pongo esta bella ilustración.

La válvula pilórica conecta el estómago con el intestino delgado, y se cierra o se abre para dejar paso a los alimentos. El cierre de la válvula evita que los alimentos pasen antes de tiempo al intestino, pero si se cierra cuando no debe, desata reacciones terriblemente molestas, que no me detendré en desgranar.

Ya podrán adivinar los lectores en qué estado nos encontramos mi válvula y yo con los niveles de estrés a los que estamos sometidos...

Echo de menos mis videojuegos

Amable pero ciertamente poco avispado lector, lamento haber estado ausente durante estas horas aciagas, pero no consigo encontrar ánimos para escribir nada coherente. La culpa la tiene mi madre (sí, esa manifestación del maligno en forma de anciana que acecha en cada rincón con ojos extraviados y aliento con olor a whisky, como recién salida del averno) que, haciendo ostentación del más vil de los ánimos, ha escondido mi Amstrad definitivamente y no me deja jugar a los videojuegos.

Ahora estoy utilizando el ordenador moderno, que no me gusta nada para jugar, porque los colores chillones me marean y los argumentos de los videojuegos son rebuscados, negros y de mal gusto. Cuando juego con este ordenador no paro de matar gente cuyas vísceras impregnan mi pantalla, y eso, después de comer tantos productos Paraíso me revuelve el estómago de una manera horrible y absolutamente inaceptable. Al final se me acaba cerrando la válvula y me tengo que acostar. Para colmo, cuando intento jugar a juegos menos violentos no acabo de entenderlos... ¿por qué el monigote colorista ese que manejo de vez en cuando no tiene brazos ni piernas, pero sí manos y pies? Es todo tan absurdo que me deprimo mucho.

Yo lo que quiero es jugar con mi Amstrad al Space Invaders... es un juego tan geométrico y teológico... sobretodo geométrico, porque tanto la nave como los marcianitos como los lasers que con tanta habilidad disparo están hechos con cuadraditos. Y el Pong, ese sí es una obra maestra. Nunca pensé que jugar a tan burda analogía del Tenis (juego, por todo lo demás, absolutamente odioso) podría llegar a ser una actividad tan sublime... me estoy poniendo melancólico.


Yo quiero mi ordenador. ¡Lo quiero!

Fdo. Ignatius J. Reilly, Intelectual incomprendido.

sábado, 31 de mayo de 2008

Las películas musicales

Como mis ingresos son limitados, y el cine -como la prensa- es demasiado indecente como para que invierta demasiados de mis mermados recursos en él, a veces para seguir siendo un crítico implacable de la modernidad, me veo obligado a conseguir ver películas gratis. Unas veces viéndolas por la televisión y otras veces en proyecciones públicas. Así, en una proyección de una especie de lugar de encuentro de jóvenes ociosos y pseudointelectualoides y amantes (puaj) del cine es como he conseguido ver un gran engendro: Cantando bajo la lluvia.

Llevaba mucho tiempo queriendo ver este musical, considerado de los mejores, para poder reafirmar mi tesis de que si el cine es detestable, hay uno de sus subproductos que lo es todavía más: las películas musicales. Y nunca habría pensado que se pudiera hacer una tan aborrecible como ésta, ya que es una película musical que habla del mundo del cine. Era imposible crear un producto con menos decencia. La historieta va de un tipejo que actúa en películas de cine mudo con una supuestamente guapa pero tonta actriz. El nacimiento del cine sonoro le permitirá hacer películas musicales y encontrar su amor verdadero en la figura de una descarada jovencita.

Todo este argumento simplista, que contiene la mayoría de los peores valores de esta modernidad insufrible (codicia, lujuria, ansia por el éxito…) va aderezado con unas canciones y unos bailes insufribles, con un humor zafio, que desató las risas de la mayor parte del público, acostumbrado a entretenimientos de poca enjundia. Un público carente de decencia, y que protestó de forma muy desagradable ante mis razonables quejas provocadas por la bajeza de lo que veía en la pantalla y por el estado de mi válvula. Misteriosamente, su actitud se suavizó cuando entre mis contestaciones a sus ofensivas palabras les recordé que, según el aviso que se había visto al principio de la película, una proyección pública como la suya era de dudosa legalidad.

La conclusión más valiosa a la que llegué esa tarde es que la humanidad dio un paso atrás cuando inventó el cine, y dio cinco pasos atrás cuando lo hizo sonoro y permitió que los actores cantaran y hablaran.

Ignatius J. Reilly, crítico implacable


viernes, 30 de mayo de 2008

Por fin algo de Teología y Geometría


Ausentes lectores,


Mi amarga depresión está sanando gracias a las intensas sesiones de Boecio a las que me estoy sometiendo, pero hoy he leído una noticia en un periódico de esos digitales (antes nunca leía prensa, me resulta pernicioso malgastar dinero en esas publicaciones para alimentar a periodistas carentes de decencia) que me ha conmovido y me anima a seguir adelante sabiendo que no estoy solo en la lucha de un mundo recto y armonioso:


El Vaticano establece la excomunión automática para las mujeres sacerdotes


El Sagrado Orden por fin pone límites a las impertinencias de la modernidad. ¿Qué es eso de las mujeres sacerdotes? Dios mío, no conozco a ninguna mujer decente capaz de llevar una vida sin escándalos. ¿Imaginan a la indeseable Mirna Minkoff en alguna iglesia (por supuesto clandestina) ejerciendo de sacerdotisa? Seguro que sería más parecido a una bacanal que a un rito sacerdotal.

¿O a mi vieja madre repartiendo lanzando un sermón? ¡No hay suficiente vino sagrado para saciar la sed de esa harpía que quiere ponerme a trabajar! No, jamás.


Desde luego, espero que ésta sea la primera medida para lograr una Iglesia sacrosanta que reine con dureza en todos los rincones de la Tierra como antaño y que el siguiente paso sea excomulgar a todos aquellos que no hayan leído a Rosvita o no hayan pasado más de cinco años como eremitas.

jueves, 29 de mayo de 2008

¿Por qué dan la nacionalidad americana a británicos indecentes?

Espero que el poco avispado pero fiel lector me perdone por estar tan poco activo estos días, pero a raíz de mi crisis enfermiza (la venta de salchichas es cada día un negocio más arriesgado) no he tenido ganas de hacer gran cosa. Ya he vuelto al trabajo, pero a parte de partirme la espalda vendiendo productos Paraíso y detestar más a cada segundo esta hórrida modernidad, no hago más que ver la televisión.

Gracias a esto me he enterado de que le han dado la nacionalidad americana a un escocés indecente que desde hace tres años o así contamina las horas tardías de la programación con sus chistes soeces y su humor chabacano. No es que yo apruebe ninguna forma de humor, porque una vida recta ha de ser seria y solemne, consagrada a causas elevadas que trasciendan la vana humanidad, tan pestilente, pero por supuesto aborrezco unas formas de humor más que otras. Os dejo una muestra de la indecencia de este caballero, que encima presume con irritante insistencia (incluso se atreve a decir que es norteamericano en español) de su recién adquirida nacionalidad, que para mí no es más que una prueba de que este país ha tocado fondo y es hoy más inmundo que nunca.

Espero que otros ciudadanos se sientan tan indignados como yo ante este atropeyo y me ayuden a recaudar firmas para devolverlo a su país de origen, que aunque monárquico, está abocado a la destrucción y la repugnancia por su humor homoerótico, escatológico y mundano. Ojalá la Reina de Inglaterra tuviera poder para poner a estos sujetos donde se merecen: bajo tierra y a buen recaudo.

Fdo. Ignatius J. Reilly, radical defensor de la decencia y el buen gusto.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Noche de alegría

Lectores:

Como pueden suponer, he recuperado mis dos ordenadores, y aprovecho que mi madre está Dios sabe dónde -no quiero pensarlo- con ese jubilado indecente, para escribir en esta suerte de diario electrónico.
Mi trabajo -del que no hablaré hoy-, la ingrata Fortuna, el estado paranoico de mi progenitora, la ausencia de reparadoras jornadas jugando a los videojuegos, y mi válvula, que obstinada, se niega a abrirse, van a acabar conmigo.
Ni bucear en los rincones más turbios y perturbadores de Internet, ni la crítica implacable de toda la inmundicia cinematográfica, hipertextual, televisiva, literaria y musical que se cruza por mi vida; sirven para que mi inquieto espíritu descanse.
Sólo hay algo en lo que todavía encuentro sosiego: en las páginas de Boecio. Por eso, esta noche voy a llevar a cabo una cura para mi debilitada psique: sumergirme en varias ediciones de La Consolación de la Filosofía y compararlas para ver cuál es más fiel a la original.
Esta será una noche de alegría.
Ya les contaré cómo ha ido mi cura.

Ignatius J. Reilly, amante de la filosofía medieval




martes, 27 de mayo de 2008

S.O.S

Oh mis fieles lectores, ¡si conocierais mi penosa situación! Les escribo desde el enmarañado campo de batalla en el que me encuentro, mi madre no soporta los BANG BANG del nuevo juego que como buen muchacho llevo disfrutando desde anoche. NO! NO! esa terrible vieja vuelve a arrebatarme mi Amstrad! klsjfinmcpiozvjfozm´zom zpo socorrooo klfdjaiornvñlanbklñbndç EBHLOCFB-Ofjbh mñlcfbh lt`
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Desde las trincheras luchando por la libertad, Ignatius

lunes, 26 de mayo de 2008

Videojuegos de antes y de hoy

Desde que tengo dos ordenadores paso bastante tiempo intentando desentrañar los misterios del insondable y perturbardor mundo de los viedojuegos. Los videojuegos, que en los albores de su nacimiento eran inocentes programas de dibujo tosco y poco agraciado, programas que no buscaban más que la diversión limpia y pura que produce el rebotar de una pelota o la mera interacción humana con la máquina, se han convertido hoy en pozos de depravación, indecencia, erotismo, violencia y bajezas vacías y sin fundamento. Los juegos que se me ofrecen en las tiendas para el más moderno de mis ordenadores son un derroche de color y técnica que no se ve sustentado por la más mínima jugabilidad, y me resulta de lo más insultante verme manejando a un muñeco de color y forma absurdos (a veces mi personalidad se encarna incluso en la de una mujer de formas exhultantes, lo cual me parece del todo inadmisible) que no quiere obedecer a mis comandos y siempre acaba cayéndose al precipicio. Por otra parte, no entiendo los juegos de coches. Conducir no es, ni de lejos, una actividad divertida. Es un deber y una necesidad que mi obsesa madre debe cumplir para asegurar el sustento de la familia, nada más.

¿Dónde han quedado los juegos de antaño? En las tiendas desde luego no. Menos mal que conseguí que arreglaran mi Amstrad, porque he encontrado un foro donde aficionados nostálgicos intercambian juegos para mi máquina, e incluso los venden cuando se cansan de ellos. He contactado con un amable caballero llamado "SenseOfLife42" que está dispuesto a venderme algunos clásicos por un módico precio. Aquí dejo las imágenes que me ha mostrado:





Tengo muchas ganas de probarlos. Estos sí son juegos decentes y clásicos, que invitan al entretenimiento puro sin pedir nada a cambio. Manifestaciones sinceras de creatividad y buen gusto. Cuando haya juegado el tiempo suficiente, hablaré un poco más de estos clásicos imperecederos que la modernidad pugna por exterminar con todo su descaro y su indecencia. Yo les enseñaré.

Fdo: Ignatius J. Reilly, Nostálgico informatizado.

domingo, 25 de mayo de 2008

El barrio francés

Lector:

Me encuentro en un estado depresivo, y con la válvula negándose a abrirse, las cosas no me pueden ir peor. Ya ni la televisión me consuela, sólo hallo un poco de reposo en Internet y por supuesto, en las páginas de Boecio.
El resentimiento y la envidia de mi jefe ante mi augusta persona, la grandeza de mi psique y de mi visión del mundo no hacen más que aumentar. Ha buscado una nueva forma de empequeñecerme, una completa depravación, me ha mandado a trabajar al Barrio Francés, la zona de esta terrible ciudad que es Nueva Orleans que más vicios y aberraciones humanas alberga. No es un lugar adecuado, evidentemente, para un joven recto y de buenas costumbres como yo. Por eso, y nada más llegar esta mañana al terrible lugar, tuve que comerme tres salchichas para soportar la impresión. Luego elevé una discreta oración a San Mederico Ermitaño, al que se invoca por los trastornos intestinales.
Medité largo rato sobre esta angustiosa situación en la que Fortuna me ha puesto, y pensé que quizás este barrio me proporcionará la posibilidad de llevar a cabo una cruzada por el buen gusto y la decencia, y por la geometría y la teología; y así pueda desbancar a Myrna de su pedestal de ignorante pedantería pseudo-revolucionaria.
Pero ahora me voy a dormir, lectores, mañana me espera otro día duro en las calles de este insufrible lugar. Y para que se hagan una idea de cómo es, les dejo un vídeo que he encontrado. Les aseguro que no me pasará lo que le pasa al cantante.

Ignatius, triste chico trabajador



sábado, 24 de mayo de 2008

La Caja Infame

A raíz de mi nueva condición de objeto de mofa y burla por culpa del uniforme de Vendedores Paraíso, Incorporated, me he sentido últimamente algo más enfermo de lo normal. La válvula se me cierra a menudo, estoy tan cansado que mis 13 horas de sueño diarias no son suficientes y me he visto obligado a ampliarlas a 16, y los ojos me duelen de vez en cuando, sobretodo después de mis cada vez más dilatadas sesiones televisivas. Para colmo, mi viejo explotador ha notado la mengua de bocadillos de salchicha y me ha amenazado con despedirme, con lo que ni siquiera puedo calmar mis penas con la diligente medicina de productos Paraíso. Es evidente que la rueda de la Fortuna desciende en picado para mí. Hoy no he tenido más remedio que quedarme en casa porque la válvula no me dejaba vivir, así que, hacendoso como soy, he dedicado mis valiosas horas de descanso a la dolorosa tarea de analizar el panorama televisivo. Tras 8 horas ante esa caja infame repleta de residuos culturales, banalidades initerrumpidas y escombros detestables, he acabado por concluir que la televisión es uno de los males de nuestro tiempo y debería desaparecer.

He notado que algunos programas en concreto se llevan casi todo el protagonismo en el panorama televisivo actual: series, los llaman, aunque distan mucho de ser esos productos culturales que antaño nos mantenían semana tras semana pegados al televisor, por aquel entonces no tan desagradable. En mis ocho horas de exhaustivo análisis he podido ver alguno de estos engendros. Ya no se hacen series como las de antes. Ninguna de estas aberraciones pseudo-progresistas está a la altura de clásicos imperecederos tales como Bonanza, por poner un ejemplo. Ahora las series están plagadas de indecencias: sexo, violencia, sangre, enfermedad, traición... pero sobretodo sexo. Es absolutamente intolerable la bajeza de estos programas, que exhiben los más indignos instintos humanos como si debieran ser motivo de regocijo y diversión. Esta sociedad decadente me indigna cada día más.

Como todavía no he visto demasiadas series, hoy sólo voy a comentar una que me ha llamado la atención por su especial descaro y exhibición de mal gusto. Va sobre un doctor cojo con un nombre absurdo que se dedica a denigrar a sus pacientes y a hacer comentarios jocosos sobre toda hembra que cae ante su vista, lo que parece resultar muy divertido a los jóvenes de hoy en día. No es que este personaje en si sea del todo detestable, de hecho tenemos muchos puntos en común: el genio, la elocuencia, la perspicacia, el ingenio, el espíritu rebelde, la imponencia... pero me resulta del todo inadmisible que semejante ser, con tal potencial intelectual y geométrico, se dedique a manifestar abiertamente su desprecio por toda forma de teología y que destine sus horas muertas a jugar con máquinas de videojuegos (otro cáncer de la sociedad del que hablaré próximamente), a ver bazofia televisiva, a drogarse con calmantes (uno de los aspectos más odiosos de esta indignante creación es su obstinada y descarada apología de las drogas. Para ilustrarla he puesto la imagen que el poco avispado lector podrá observar en la cabecera, donde, con un descaro que raya en lo intolerable, se muestra al protagonista "nadando" en una bañera de droga juvenil y depravación) y a intentar curar a gente que, desde cualquier punto de vista, merece morir por su indecencia. Por otra parte, la constante exhibición de escotes y faldas cortas por parte de la directora del hospital me ha puesto tan nervioso que he tenido que apagar el televisor e irme a mi habitación. Los productores no tienen vergüenza.

Otro día hablaré de algún otro engendro que he visto por ahí. He notado que la gente iteligente sabe cómo piratear material televisivo para verlo en las pantallas de sus ordenadores... si aprendo a hacerlo, y os aseguro que dado mi intelecto privilegiado así será, podré dedicar más tiempo a mi tarea de crítico televisivo, ampliando las 8 horas de visionado a 12 por lo menos. En cuanto tenga a mi disposición toda la basura que hoy se emite y la haya visto, podré elaborar críticas más concienzudas. Esto me permitirá poner en su sitio a esta caja de pandora que es la televisión, que de ser tonta y enlentecer el pensamiento de los jóvenes, ha pasado a ser infame, y a deformar y estropear dicho pensamiento con indignante descaro. Mi ira les enseñará.

Fdo. Ignatius J. Reilly, intelectual con perspectiva

Horror laboral

Desde luego, Vendedores Paraíso Incorporated ha llegado al punto cúlmine de la explotación laboral que ejercen sobre su mejor trabajador: YO

Al informatizar su reducida base de datos y comenzar a recibir encargos de salchichas por internet, mi trabajo se ha multiplicado y he de desplazarme por toda la ciudad repartiendo pedidos a tipos de los más desagradables. Por supuesto, tan sólo llegan a su destino 1/100 hotdogs, el resto son debidamente engullidos por mi desalentado ser.

Pero mi terrible amo, ese salchichero apestoso se ha propuesto denigrar mi cuidada imagen y pretende que me ponga este nuevo uniforme que según él, aumentará las ventas de este negocio en declive

Les informaré de las luchas sindicales que he de ponerme a urdir, las estrategias para desmoronar imperios logísticos son mi especialidad.
Salvajemente, Ignatius.

viernes, 23 de mayo de 2008

La prueba

Amables lectores:
He encontrado en Internet la prueba irrefutable de que yo debería ser nombrado el Conde Duque de Olivares II.
Observen este bello cuadro del primer Conde Duque, con ese porte, ese bigote, esa robustez elegante, que tan similar lo hace a mí.
Hoy me voy satisfecho a dormir.








Nota sanitaria. Válvula abierta.

jueves, 22 de mayo de 2008

Los autores muertos y el animal moribundo

Hoy les quiero ilustrar con un precepto fundamental: la literatura actual es pura bazofia. Yo, en mi ilustre biblioteca sólo tengo libros de autores que murieron hace 100 años como mínimo. No, lectores. No tiene nada que ver con la necrofilia, es que la única forma de asegurarme de que voy a leer un libro aceptable y decente es que su autor pertenezca a otros tiempos mejores que esta repugnante modernidad.

No obstante, y para que vean lo abierto de miras que soy, de vez en cuando cojo un libro moderno, del siglo XX, o incluso, horror, del siglo XXI. Este es el caso del último que he leído, The dying animal (El animal moribundo, para los que no están instruidos en la augusta lengua de Shakespeare), de un tal Philip Roth.
Con objeto del estreno de una película basada en la novela, recordé que en una carta, una de las infames recomendaciones de mi rival Miss Minkoff, había sido, precisamente, The dying animal. Busqué en Internet información sobre su autor, y leí que es uno de los más reconocidos por parte de la crítica actual. Debí haber desconfiado de su supuesta calidad al leer la información en ese invento maléfico que es la Wikipedia (con el que tuve problemas como recordará el lector avispado y fiel). No obstante, me dispuse a leer el libro, aunque sin abandonar mis habituales reservas, que en este caso, fueron más que justificadas.

The dying animal es un libro indecente y despreciable, y carente de geometría y de teología como pocos he leído. La representación de la relación entre un maduro profesor universitario y una joven estudiante no puede ser más desagradable, con excesivas descripciones de actos sexuales con superabundancia de fluidos, unas descripciones que me temo sólo pueden agradar a gente con mal gusto, a señoritas como mi eterna rival, que molesta constantemente a la gente decente con sus apologías de la menstruación y sus soflamas a favor de la actividad sexual frenética.
Atónito ante tal despliegue de erotismo exacerbado, y extraño para mí debido a mis ascéticas costumbres y a mi decencia, me vi obligado a leer el libro hasta el final, sólo para comprobar hasta qué nivel de degradación llegaba. Afortunadamente, el clímax de la inmundicia estaba hacia la mitad del libro, y no sufrí en exceso con el resto.

Lo único que puedo decir a su favor es que alguna descripción del cuerpo femenino resultó vagamente estimulante, y que el libro representa muy bien el nivel de bajeza que impera por lo general en esa institución terrible que es la Universidad, con la que tuve una relación conflictiva, ya que me proporcionó valiosos conocimientos, pero a la vez es uno de los lugares en los que he conocido más ignorantes y gente de mal gusto. Como la señorita Minkoff, que debería dejar de leer inmundicias y coger La consolación de la filosofía, como voy a hacer yo ahora para olvidar esta traumática novela de Roth y sus descripciones espeluznantes.

Hasta pronto, lector.

Ignatius J. Reilly, crítico implacable

miércoles, 21 de mayo de 2008

Decente infancia

Ingratos lectores,

Rebuscando en mi carcomido y caótico armario, con la esperanza de hallar alguna fotografía o grabado que me recordara a un viejo amigo, mi perro Max (desgraciadamente, pues era el único ser inteligente en esta casa a parte de mí, murió hace algunos años ya), encontré otro tesoro para mi fortuna:



"El Maravilloso Mago electrónico" es un juego de lo más educativo y divertido, seguramente le debo a él parte de mi sapiencia y alguna empresa de juguetes debería volver a comercializarlo para aumentar, aunque fuera minimamente, el coeficiente intelectual de los niños de hoy en día que por ejemplo, ante una de las preguntas del maravilloso mago:
¿Quién fue el más célebre viajero de la Edad Media?
Responderían con ese aire altivo típico de los niños, Harry Potter.
O peor, Mario Bros.

Bueno, quizás no escriba nada durante unos días. Estaré ocupado con este descubrimiento inesperado.

Fantasía abominable

Temo profundamente que mis constantes y, últimamente, cada vez más frecuentes arrebatos de ira, puedan llegar a sumergir este blog, que debería ser un fresco y chispeante reflejo de mi sapiencia, en una especie de tedio monotemático que pueda llegar a cansar al (poco avispado) lector. Pero aún así debo ser fiel a mis principios, a mi noble causa, que es la del hombre que ve la inmundicia que nos acosa y nos ahoga y se siente en su deber al tratar de erradicarla y desterrarla para siempre a donde ya no pueda sentirse su hediondo perfume. Por eso voy a hablarle hoy, poco lúcido pero apreciado (intelectualmente) lector, de la literatura fantástica.

No hay cosa más depravada, más deformante, más falaz y peligrosa que la literatura de fantasía. La literatura debería, según mi forma de entender este mundo indecente, ser guía y camino para los perdidos, ser el faro que nos lleve a buen puerto y nos permita seguir la vía de la rectitud, la decencia y la geometría. La literatura, pues, ha de ser veraz. El mismo concepto de "literatura fantástica" es ya un híbrido lo bastante horrendo como para que se nos permita mostrar, ante su mención cacofónica, la más profunda y explícita repulsa. Entenderá pues, lector (no muy atento), que deba yo, hombre de principios, denunciar la existencia de ciertas obras "de fantasía" que ensucian las ricas veredas de la palabra. Estas obras son El Señor de los Anillos y Harry Potter.

Me leí las dos sagas en dos días, repitiendo algunos de los pasajes para tomar las notas adecuadas y elaborar una buena crítica. Al término de dicha actividad, estaba tan próximo a la arcada, que tuve que comerme tres bocadillos de salchicha para poder recuperarme. No sé por donde empezar a mostrar mi indignación. Por una parte querría destacar el hecho de que todo cuanto se cuenta en estos libros es MENTIRA, y que si se lo han creído tienen todo el derecho a sentirse frustrados, furiosos y enajenados. Son libros perniciosos, que hacen apogeo de la brujería (el niño ese, Harry Potter... deberían cogerlo y enterrarlo donde nunca brille el sol, para que deje de perturbar a su pobre tío Vernon, hombre decente como el que más y un auténtico modelo de lo que debe ser un espíritu emprendedor, y a su tía Petunia, mujer de perfil y planta intachables) y de la herejía, y presuponen que en este mundo pueden existir seres tan deformes como los enanos o los orcos y pasearse por ahí. El hecho de que un señor bajito y arrugado pueda sentarse algún día a mi lado en el autobús me horroriza profundamente... ya no digamos si es verde. Estas cosas deforman la imaginación de los niños, engañan la mente de los adultos y trastornan la realidad. Deberían arder en la hoguera juntoa sus creadores.

En días como este, es cuando más hecho de menos el perfecto régimen medieval. Ah, Boecio, no desesperes. Algún día tu doctrina prevalecerá y recuperará su perdido esplendor. Hasta entonces, yo destaparé los vicios por ti. Pero ahora, si me lo permite el (no demasiado listo pero fiel) lector, debo dormir seis horas para recuperarme. La ira me cierra la válvula.

Fdo. Ignatius J. Reilly, defensor del orden teológico.

martes, 20 de mayo de 2008

Juzguen ustedes

Estaba organizando mi cuenta de correo electrónico cuando encontré un correo de Myrna de hace casi un mes en la carpeta de "correo no deseado", donde había ido a parar gracias a la decencia de Hotmail o a la intercesión de Fortuna, y de donde nunca tendría que haber salido.
Juzguen ustedes su contenido, que incluye la foto que ven. Juzguen ustedes, yo no diré nada.


Señores: Ignatius, hace unos días me acusabas de no haberme labrado un porvenir. Pues bien, esta es la prueba de que sí, y de que tengo un futuro brillante por delante como diseñadora. Lo que ves son unos modelos de ropa interior de inspiración sadomasoquista, realizados con lana virgen, pensados para ser cómodos, y también para hacer reflexionar (ya sabes, inspiración sadomasoquista, lana virgen…). Los venderán bajo el nombre comercial "Venus in wool", en la próxima campaña de Navidad de Ann Summers, una tienda que tú no conoces de momento, pero que te sería muy bueno conocer, te ayudaría a mejorar tu estancada sexualidad. Cuídate

M. Minkoff

Lectores, ahora voy a ocuparme con actividades más elevadas. Voy a seguir escribiendo la fantasía sociológica en la que estoy inmerso, una gran obra que contendrá verdades reveladoras sobre la cosmología actual y el modo en que vive la gente su identidad en esta sociedad vertiginosa y decadente.

Saludos

Ignatius J. Reilly

lunes, 19 de mayo de 2008

Lamento el hecho de que algunas personas existan

Ya lo predijo Rosvita en el año 1000 a.C en su magnánima leyenda de “Theophilus”, donde narraba la trágica decisión del joven archidiácono, que acaba por pactar con el diablo y su corrupto séquito para satisfacer sus apetitos intelectuales.
No, yo no seré tan desgraciado como para renunciar a la castidad y obediencia que ejemplifican mi caracter e iluminan a los hombre débiles que azotan la Tierra.
He de seguir el camino recto que me marque Filosofía, como Boecio, que en los peores momentos de su encarcelamiento le sirvieron de consuelo y aliento.

La Iglesia Evangelista americana que se muestra en el catártico film Jesus Camp no va a modificar mi moral. Ja, como lo conseguiría, ¿con ataques epilépticos colectivos?, ¿acaso las lágrimas que arranca el pecado del alma de los inocentes? ¿con familias felices exorcizadas por dudosas religiosas? Todo eso me repugna, la corrupción del ser humano es infinita en sus variantes y me niego a creer lo que ven mis ojos en esa pantalla llena de electrodos desintegrados.

Sí, la voz poderosa de Rosvita, la literatura sacra y las salchichas és lo único que debería devolver la calma a nuestras agitadas almas.

Desde el claustro interior, Ignatius.

Les dejo el trailer para que se estremezcan:



domingo, 18 de mayo de 2008

Informática decente

Amables lectores:

Hoy estoy lleno de gozo, pues he visto que Internet no es tan indecente como yo pensaba.
He encontrado la web de los que diseñaron el software Loco Script. Para todos los que sólo usan los programas modernos y en color, Loco Script es el software con el que funciona mi Amstrad, ese estupendo ordenador que con su sencilla pantalla verde, es un símbolo de mi propia sencillez, y un reducto de tiempos mejores para la informática y para la vida en general. Desde esta página todavía se puede comprar software para esta encantadora máquina, así como otros accesorios, y versiones del programa para engendros modernos. Sí, quizá pueda con alguno de estos programas por fin conectar el Amstrad a Internet, y deshacerme de la infame máquina nueva que me vendió el chico de la tienda, que a buen seguro ignoraba la existencia de esta página web.

Ignatius J. Reilly, informático experto




viernes, 16 de mayo de 2008

Satisfacción

Estimados lectores:

La Rueda de la Fortuna ha girado a mi favor. Estoy muy satisfecho al ver los números crecientes que van apareciendo en el contador a una rapidez vertiginosa conforme ustedes entran en el blog. Eso significa que tienen la voluntad de instruirse con mis reflexiones. Por ello, como ven, he aumentado mi frecuencia de publicación de entradas, y de momento no les voy a cobrar.

Sigan leyéndome. Les aguarda aquí un tesoro de sabiduría.

Atentamente,

Ignatius J. Reilly, internauta satisfecho



Nota sanitaria. Estado de la válvula: abierta.

jueves, 15 de mayo de 2008

Enternecedora, Wendy Sulca


Estimados lectores,
Hoy quiero compartir con vosotros esta maravilla del mundo moderno, Youtube, que por los designios poderosos de Dios y Fortuna me han llevado a contemplar ante mis anonadados y cansados ojos (tras horas de visionado de la pantalla) una hermosa niñita, de melodiosa voz, que a punto a estado de arrancar mis prejuicios de viajar a esos países tan extraños de sudamérica.



Me ha encantado "La tetita", me recuerda a mi tierna infancia, cuando de mi madre todavía manaba leche y no insultos y reprobios hacia mi persona. Me alegra que todavía queden personas en el mundo con sensibilidad y halagos hacia la institución materna, que tanto respeta y ampara la Monarquía. Es un ejemplo para las sociedades corruptas de hoy en día que nada quieren saber de embarazos no deseados y sólo buscan el placer frugal. Puaj. La válvula se cierra sólo de pensarlo. He de reconducir mi mente. Voy a volver a ver el vídeo.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Países decentes

A raíz de la insultante carta que recibí de la señorita Minkoff, y debido a su descarada manía de poner en relieve lo que ella considera mis defectos (es demasiado obtusa para comprender que estoy a un nivel diferente y que, por tanto, lo que para ella son defectos en mi mundo de sapiencia son virtudes), he dedicado más tiempo a pensar en la posibilidad de viajar a otros países.

No es que vaya a viajar a otros países. De hecho, si algún día viajo a otros países enviaré primero una exhaustiva carta a sus dirigentes para que sepan de mi llegada y me reciban como se merece un intelectual de mi categoría. De momento, me he conformado con reflexionar al respecto de la posibilidad de, como decía, viajar a otros países, y he acabado por concluir que todos los países son inmundos y no merecen mi presencia. Aún así, la conclusión no está exenta de excepciones: esos países que por sus características especiales, más elevadas, podrían llegar a ser menos inmundos que el resto de países inmundos de este mundo de inmundicias. Estos países, subrayo, serían España e Inglaterra.

El poco avispado lector se preguntará por qué. Elemental, queridos amigos: la monarquía. Esa forma espiritual en que se manifiestan los poderes de antaño, que aún perviven aunque sea en forma de fantasmas inconsistentes que recorren las veredas de la socialización más hórrida y detestable. La Monarquía hace que los países que la poseen sean más distinguidos y bellos, más medievales, y por tanto más integrados en el marco geométrico y teológico ideal. Por supuesto, si yo viajara a España, lo primero que haría sería ir a visitar al rey. Tras enseñarle a hablar en inglés para que pudiéramos comunicarnos, le explicaría con mis enviadiables artes dialécticas lo profundamente admirado que me sentiría ante el hecho de que figuras como él aún resistan los golpes despiadados del horror de la modernidad. Luego tendríamos una amena charla sobre Boecio y, al final, me nombraría Conde Duque de Olivares II, porque yo elegiría mi nombre. Una vez solucionados estos trámites previos, lo acompañaría a ver una corrida de toros, gritaríamos "¡Olé!" todo el rato y comeríamos paella (tengo entendido que la paella es un tipo de pájaro ancestral de dos cabezas que sólo se puede comer en España, acompañado de arroz y pimientos de padrón).

En cuanto a Inglaterra, estoy seguro de que la reina me recibiría con los brazos abiertos. Yo le explicaría mis proyectos de conquista, para reestablecer el Imperio Británico y devolver la geometría medieval al Universo (no)civilizado (no hay que olvidar que nuestro idioma en común facilitaría más la comunicación, con lo que las expectativas pueden ser más elevadas en este caso) y ella me escucharía muy interesada, diciendo mucho que sí con la cabeza y concluyendo con un admirado: "me lo pensaré". Luego iríamos a la caza del zorro con ilustres sires ingleses que, al acabar, me llevarían a un club selecto para fumar mucho tabaco y beber mucho licor inglés.

Esto es lo que yo haría si, en algún momento de mi vida, destinada a grandes cosas, me avengo a poner un pie en otros países. Porque en cuanto al resto de países del mundo, no merecen ni siquiera una mención educada. Son inmundos y deben desaparecer.

Fdo. Ignatius J. Reilly, viajero intrépido.

La infame Miss Minkoff

Estimados lectores:

Les he mencionado en un par de ocasiones a la infame señorita Myrna Minkoff, mi antigua compañera de universidad y actual gran rival, y les comenté que no sabía nada de ella. Pues bien, me ha enviado un aterrador correo electrónico, así como una foto terrible, desde España, donde se halla en estos momentos paseando sus leotardos negros y su indecencia.
A continuación, les muestro unos extractos de lo que me ha escrito para que vean de qué calaña es esta descarada joven.

“Señores:”

Myrna tiene la costumbre de escribir más a editores que a gente respetable, y por eso en sus cartas suele poner este ofensivo encabezamiento.

“He tardado en contestarte porque no estoy en casa. Actualmente estoy inmersa en un viaje de aprendizaje cultural y espiritual por el Viejo Continente, concretamente por España, un país del sur de Europa. Ahora mismo te escribo desde un locutorio en la ciudad de Granada.”

Conozco de sobra el emplazamiento geográfico de España, M. Minkoff. Pobres españoles. Siento una vaga simpatía por su país, ya que todavía tiene monarquía y eso lo hace aceptable desde mi punto de vista. Pero de eso hablaré en otro post que dedicaré a mis impresiones sobre el insolente y cínico mundo de la política. Ahora volvamos a su e-mail:

“Sobre tu blog, considero muy positivo que intentes salir de tus costumbres y tus cuadernos y te abras un poco al mundo, aunque recuerda que eso no sustituye la vida real, las experiencias reales. Tienes que salir de casa.”

Puaf.

“He leído tus entradas, Ignatius, y me he quedado francamente preocupada con la de la reseña de la película Lars y una chica de verdad, y tus insinuaciones sobre la muñeca… sabes lo que pienso al respecto, necesitas una experiencia sexual real y satisfactoria, como muchas veces te he dicho. Eso purificaría tu mente y tu cuerpo.”

¡Qué inexplicablemente ofensiva y descarada!

“Bueno Ignatius, se me acaba el tiempo aquí. Además, me siento un poco incómoda porque hay un joven cerca mirando pornografía común –nada de performances reivindicativas-, y tengo que ir a quejarme, sabes que no soporto estas manifestaciones rancias del machismo más casposo.”

Parece que por fin va a hacer algo decente.
Uf. Mi válvula se ha encogido por la impresión del correo de Myrna y por el esfuerzo que ha supuesto la escritura de este post. Así que les dejo por hoy. Pero para que me perdonen que sea un poco abrupto, les obsequio con una frase estupenda para que reflexionen un poco, que falta les hace, pues imagino que sólo leen este blog y nunca cogen un libro:

La ignorancia es la noche de la mente: pero una noche sin luna y sin estrellas. (Confucio. Filósofo chino)

Fdo. Ignatius J. Reilly. Blogger cansado

martes, 13 de mayo de 2008

Odisea por un Amstrad. El desenlace

Aprovechando que el leve descenso del tanto por cien de inmundicias a las que me veo sometido últimamente (téngase en cuenta que no hago esta aseveración de corte científico más que para manifestar mi supremo desprecio contra todo tipo de ciencia no secular) me ha puesto de un humor más o menos aceptable, he decidido continuar mi “Odisea por un Amstrad” donde la dejé.

Decía que entré en una tienda de electrodomésticos donde se me trató de manera sumamente inaceptable, teniendo en cuenta mi comportamiento y dicción envidiables. Pasaré pues rápidamente sobre este episodio de vergüenza y decadencia moderna y simplemente diré que salí del antro inmundo con una negativa (al parecer ni siquiera venden ordenadores junto a lavadoras en este mundo odioso y falto de geometría) y con las manos tan vacías como había llegado. No me arreglaron el ordenador porque, según el viejo chocho que me atendió “allí de eso no entendían y que si quería un lavaplatos bien, pero que para máquinas modernas me fuera a un centro de electrónica”. Una vez más me veo obligado a poner de manifiesto las incongruencias de esta sociedad despreciable que tan pronto te deslumbra con su diabólica inventiva como te muestra sus infames y descaradas limitaciones.

Así pues, salí de la tienda de electrodomésticos y muy penosamente me avine a tomar un taxi para transportar el ordenador (carrito incluido) hasta el centro, lo que me permitió descansar mis potentes y cansadas piernas durante varios minutos antes de ponerme en marcha de nuevo. Al bajar del taxi lo primero que hice fue buscar un banco en el que aposentarme, y dado que no encontré ninguno me dejé caer en un portal y me comí un segundo bocadillo, para recuperar las fuerzas tanto físicas como morales. Al cabo de esta refrescante actividad pude retomar mi valiente odisea y me puse a buscar una tienda de electrónica.

Si el lector es avispado recordará mi primera entrada, donde haciendo gala de gran habilidad narrativa (leer basura moderna proporciona una gran perspectiva sobre el tato del suspense en la literatura, y al fin y al cabo por Internet sólo me van a leer incultos que necesitan esta clase de juegos narrativos para disfrutar de cualquier texto escrito) me atreví a adelantar algunos acontecimientos. Decía en aquella primera entrada que en la tienda de electrónica tampoco me ayudaron en un principio, pues el jovenzuelo descarado que me atendió aseguraba que mi Amstrad no servía para conectarse a Internet. Me indigné tanto que no pude menos que soltarle un discurso edificante y muy ilustrativo sobre la modernidad y sus contradicciones flagrantes, en el transcurso del cual cité varias veces a Boecio y una a Alfred Hitchcock, por lo del suspense (y no porque apruebe en lo más mínimo ninguna de sus películas, que son en su totalidad insultantes y faltas de buen gusto). El chico aprendió la lección y al acabar yo mi discurso casi me rogó de rodillas que le dejara mi Amstrad para arreglarlo. Incluso me vendió por muy buen precio un ordenador nuevo que, aseguró, sí me serviría para conectarme a Internet.

Así pues, como un auténtico pionero, ahora cuento con dos ordenadores de mi propiedad ambos en perfecto estado de funcionamiento. Y os preguntaréis: ¿cómo conseguiste, Ignatius, los portentosos conocimientos que te permiten manejarte por la web con tal gracia y sapiencia ejemplar? Eso es otra historia, así que será contada en otra ocasión.

Concluye aquí mi “Odisea por un Amstrad”, a las puertas de mi sesión televisiva diaria. Si es lo bastante inmundo el programa que vea publicaré una crítica más tarde. Si no, simplemente comeré.

Fdo. Ignatius J. Reilly, internauta pionero.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Qué inmundo es el cine




Estimado y (por fin) activo lector:

Como bien sabéis, en repetidas ocasiones he deseado que en todos los cines del mundo se fuera la luz indefinidamente para dar unos instantes de tregua al gran desasosiego que me producen las indecencias que se proyectan día tras día en esas pestilentes salas abarrotadas de jóvenes sobrehormonados y jubilados ociosos.

Pero hoy, Fortuna se ha dignado a mostrar ante mis incrédulos ojos un film nada corriente en la trayectoria que precede a mi segundo hogar en esta corrupta ciudad, el Orpheum de New Orleans. A pesar del esfuerzo que me ha supuesto transportar mi prominente físico cargado con un vasto alijo de palomitas y chocolatinas hasta el asiento, he salido satisfecho y por primera vez en mucho tiempo no he sentido deseos de blandir mi iracundo sable contra los espectadores y tan sólo interrumpí la proyección con algunos sonidos guturales propios del sobrecogimiento.

Ante la tediosa cartelera decidí entrar a ver Lars y una chica de verdad, alentando al reconocer quien era el director: Craig Gillespie, que ya en el pasado me cautivó con su inolvidable comedia Cuestión de pelotas. Sí, Lars y yo tenemos mucho en común; ambos somos seres solitarios, incomprendidos, grandes hombres a los que la familia y el trabajo a menudo enturbian por pura envidia de nuestro loable y espartano modus vivendi. Sólo que mi homólogo en la pantalla pasa a convertirse en el centro de atención de la comunidad al encontrar a una preciosa compañera, al que ni yo ni él encontramos ningún defecto estructural ni mental: Bianca.

Ese trozo de plástico me sería de gran utilidad, no sólo por el descanso que supondría a mi agotada musculatura, si no una gran oportunidad de conversar con un ser de mi altura, no como mi vieja madre (que últimamente está insoportable, ya que han puesto de oferta el whisky en el supermercado, 2X1). Tampoco me ofuscaría con absurdas ideas revolucionarias como mi eterna enemiga, esa trifulcante, la Srta. Minkoff, que por cierto, ¿Qué será de ella? ¿Qué clase de fechorías estará tramando esa adversaria de las buenas costumbres? Desde luego no tendré que volver a pensar en ella si consigo una de esas Biancas…

Os abandono con gran lástima, sé que este blog es lo único de calidad que leéis.




miércoles, 23 de abril de 2008

Indignación digital

Amable aunque tímido lector:

Mi intención era seguir contando cómo entré en este mundo de la Red, pero me temo que el estado de mi válvula no me va a permitir escribir demasiado, así que lo haré otro día.
En esta breve actualización -como dicen los versados en los blogs- me gustaría mostrar mi total desacuerdo con el modo de funcionamiento de una detestable web llamada Wikipedia.

Amablemente, y sin exigir contraprestación económica, me brindé a corregir y a ampliar un artículo dedicado al ilustre Boecio, exigiendo sólo a cambio que se reconozca mi labor a través de una indicación acerca de la autoría del artículo. Tras trabajar varios días en un minucioso análisis sobre la figura del filósofo y publicarlo, mi sorpresa fue mayúscula al descubrir que va en contra de los preceptos del engendro indicar quién ha escrito el texto, y alguien borró mi nombre del artículo.

Por si fuera poco, retocaron el texto alegando que no era imparcial, y dejaron en la web un artículo pésimamente escrito, que yo me he afanado en eliminar para ser coherente con el buen gusto y la decencia.

Recordar estos terribles hechos me hace sentir mal. Además, tengo los dedos agarrotados de tanto teclear y he de sumergirlos en agua caliente.

Nada más por hoy.

Ignatius J. Reilly, indignado con la Red

viernes, 18 de abril de 2008

Odisea por un Amstrad

Pasadas estas 24 horas reparadoras de sueño ininterrumpido (oh, como los antiguos héroes medievales me veo obligado a buscar descanso en los lugares más insospechados, pues mi pérfida madre amenaza siempre con despertarme y sólo con este vil propósito permanece al acecho) considero necesario retomar la tarea donde la dejé. Justo a las puertas de este periplo de terrores al que llamaré “Odisea por un Amstrad” y que firmaré con mi augusto nombre, solo por si acaso.

Decía que, con la intención de llevar mi viejo Amstrad a arreglar, y siempre con la idea de desbancar a Myrna de su pedestal de ignorante pedantería, dejé mi casa y, cual caballero de renombre, me lancé a las calles de Nueva Orleáns sin vacilación ni contemplaciones. Como no me parecía apropiado transportar aquel aparato, símbolo de la modernidad decadente, con mis propias manos, utilicé un viejo carrito metálico que mi madre utilizó en tiempos mejores (cuando los seres elevados y de categoría superior como yo no se veían forzados a trabajar en miserables cubículos rebosantes de decadencia) para transportarme. De ese modo encaré la dura prueba que me aguardaba con el buen ánimo del guerrero vencedor.

Transcurridos 500 metros y fatigado por el terrible esfuerzo físico al que me sometía me avine a descansar en un banco que me ofrecía su horizontal superficie con intolerable coquetería. Aposenté mi figura magnífica sobre aquel oasis improvisado y desenvolví el bocadillo de la comida. Descansé una hora antes de seguir andando porque el bocadillo era grande y porque el maldito banco había ido a caer justo delante de una tienda de electrodomésticos que mostraba insolente toda su gama de nuevos televisores en color al incauto paseante. En cuanto me percaté de ello, la repugnancia de las emisiones y de los programas que las configuraban me obligó a quedarme allí y terminar de ver aquel agravio al intelecto, aquel insulto a la teología y la geometría, que era mi deber erradicar. Pasada la hora, aún dediqué otra media a reflexionar sobre la inmunda modernidad antes de ponerme en pie.

Se me ocurrió entonces que en la tienda de electrodomésticos sabrían qué hacer con mi Amstrad. Decidí entrar y comprobarlo. Una vez dentro…

Veo que es hora de ir al cine. Tengo entradas para una abominación en technicolor que no me puedo perder. Seguiré mañana, pero antes dejaré que admiréis el éxito de mis esfuerzos. He aquí mi Amstrad en todo su explendor:

ANTES

DESPUÉS


Fdo. Ignatius J. Reilly. Informático emprendedor.

lunes, 14 de abril de 2008

De cómo Ignatius dio el salto a la web 2.0

Bienvenido, amable lector.

Te preguntarás, ¿por qué este blog? Verás, hace unos años coqueteé levemente con la informática, debido a que un caradura sin escrúpulos me vendió un engendro al que él llamaba procesador de textos. Pero ante la inestabilidad del soporte informático, que me hizo perder valiosas conclusiones a las que había llegado, y la imposibilidad de obtener disquetes de 3 pulgadas cuando pasó un tiempo, me volví satisfecho a mis cuadernos Gran Jefe, mucho más perdurables que estos inventos del siglo XX.

Hace un tiempo, me enteré de que existía Internet, y de que existían los blogs o bitácoras, que mucha gente utiliza para contar todo tipo de indecencias que se les pasan por la cabeza. Algunas reflexiones, y el que la infame Miss Mynkoff, eterna rival mía, tenga un blog, han sido estímulo para que me decidiera a crear esta web, que nace con el objetivo de difundir mis reflexiones y mi trabajo, aunque seguiré con mis cuadernos que servirán de base a una obra en papel de mucha más enjundia.

Rescaté mi viejo Amstrad del trastero, y lo lleve, fatigado, a un local de informática cercano, donde un jovencito con acné me aseguró que eso no servía para conectarse a Internet. Se me cerró la válvula de golpe. ¿Cómo que no servía? ...





Ésto me recuerda, mi válvula no da más de sí. Seguiré otro día.