sábado, 31 de mayo de 2008

Las películas musicales

Como mis ingresos son limitados, y el cine -como la prensa- es demasiado indecente como para que invierta demasiados de mis mermados recursos en él, a veces para seguir siendo un crítico implacable de la modernidad, me veo obligado a conseguir ver películas gratis. Unas veces viéndolas por la televisión y otras veces en proyecciones públicas. Así, en una proyección de una especie de lugar de encuentro de jóvenes ociosos y pseudointelectualoides y amantes (puaj) del cine es como he conseguido ver un gran engendro: Cantando bajo la lluvia.

Llevaba mucho tiempo queriendo ver este musical, considerado de los mejores, para poder reafirmar mi tesis de que si el cine es detestable, hay uno de sus subproductos que lo es todavía más: las películas musicales. Y nunca habría pensado que se pudiera hacer una tan aborrecible como ésta, ya que es una película musical que habla del mundo del cine. Era imposible crear un producto con menos decencia. La historieta va de un tipejo que actúa en películas de cine mudo con una supuestamente guapa pero tonta actriz. El nacimiento del cine sonoro le permitirá hacer películas musicales y encontrar su amor verdadero en la figura de una descarada jovencita.

Todo este argumento simplista, que contiene la mayoría de los peores valores de esta modernidad insufrible (codicia, lujuria, ansia por el éxito…) va aderezado con unas canciones y unos bailes insufribles, con un humor zafio, que desató las risas de la mayor parte del público, acostumbrado a entretenimientos de poca enjundia. Un público carente de decencia, y que protestó de forma muy desagradable ante mis razonables quejas provocadas por la bajeza de lo que veía en la pantalla y por el estado de mi válvula. Misteriosamente, su actitud se suavizó cuando entre mis contestaciones a sus ofensivas palabras les recordé que, según el aviso que se había visto al principio de la película, una proyección pública como la suya era de dudosa legalidad.

La conclusión más valiosa a la que llegué esa tarde es que la humanidad dio un paso atrás cuando inventó el cine, y dio cinco pasos atrás cuando lo hizo sonoro y permitió que los actores cantaran y hablaran.

Ignatius J. Reilly, crítico implacable


viernes, 30 de mayo de 2008

Por fin algo de Teología y Geometría


Ausentes lectores,


Mi amarga depresión está sanando gracias a las intensas sesiones de Boecio a las que me estoy sometiendo, pero hoy he leído una noticia en un periódico de esos digitales (antes nunca leía prensa, me resulta pernicioso malgastar dinero en esas publicaciones para alimentar a periodistas carentes de decencia) que me ha conmovido y me anima a seguir adelante sabiendo que no estoy solo en la lucha de un mundo recto y armonioso:


El Vaticano establece la excomunión automática para las mujeres sacerdotes


El Sagrado Orden por fin pone límites a las impertinencias de la modernidad. ¿Qué es eso de las mujeres sacerdotes? Dios mío, no conozco a ninguna mujer decente capaz de llevar una vida sin escándalos. ¿Imaginan a la indeseable Mirna Minkoff en alguna iglesia (por supuesto clandestina) ejerciendo de sacerdotisa? Seguro que sería más parecido a una bacanal que a un rito sacerdotal.

¿O a mi vieja madre repartiendo lanzando un sermón? ¡No hay suficiente vino sagrado para saciar la sed de esa harpía que quiere ponerme a trabajar! No, jamás.


Desde luego, espero que ésta sea la primera medida para lograr una Iglesia sacrosanta que reine con dureza en todos los rincones de la Tierra como antaño y que el siguiente paso sea excomulgar a todos aquellos que no hayan leído a Rosvita o no hayan pasado más de cinco años como eremitas.

jueves, 29 de mayo de 2008

¿Por qué dan la nacionalidad americana a británicos indecentes?

Espero que el poco avispado pero fiel lector me perdone por estar tan poco activo estos días, pero a raíz de mi crisis enfermiza (la venta de salchichas es cada día un negocio más arriesgado) no he tenido ganas de hacer gran cosa. Ya he vuelto al trabajo, pero a parte de partirme la espalda vendiendo productos Paraíso y detestar más a cada segundo esta hórrida modernidad, no hago más que ver la televisión.

Gracias a esto me he enterado de que le han dado la nacionalidad americana a un escocés indecente que desde hace tres años o así contamina las horas tardías de la programación con sus chistes soeces y su humor chabacano. No es que yo apruebe ninguna forma de humor, porque una vida recta ha de ser seria y solemne, consagrada a causas elevadas que trasciendan la vana humanidad, tan pestilente, pero por supuesto aborrezco unas formas de humor más que otras. Os dejo una muestra de la indecencia de este caballero, que encima presume con irritante insistencia (incluso se atreve a decir que es norteamericano en español) de su recién adquirida nacionalidad, que para mí no es más que una prueba de que este país ha tocado fondo y es hoy más inmundo que nunca.

Espero que otros ciudadanos se sientan tan indignados como yo ante este atropeyo y me ayuden a recaudar firmas para devolverlo a su país de origen, que aunque monárquico, está abocado a la destrucción y la repugnancia por su humor homoerótico, escatológico y mundano. Ojalá la Reina de Inglaterra tuviera poder para poner a estos sujetos donde se merecen: bajo tierra y a buen recaudo.

Fdo. Ignatius J. Reilly, radical defensor de la decencia y el buen gusto.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Noche de alegría

Lectores:

Como pueden suponer, he recuperado mis dos ordenadores, y aprovecho que mi madre está Dios sabe dónde -no quiero pensarlo- con ese jubilado indecente, para escribir en esta suerte de diario electrónico.
Mi trabajo -del que no hablaré hoy-, la ingrata Fortuna, el estado paranoico de mi progenitora, la ausencia de reparadoras jornadas jugando a los videojuegos, y mi válvula, que obstinada, se niega a abrirse, van a acabar conmigo.
Ni bucear en los rincones más turbios y perturbadores de Internet, ni la crítica implacable de toda la inmundicia cinematográfica, hipertextual, televisiva, literaria y musical que se cruza por mi vida; sirven para que mi inquieto espíritu descanse.
Sólo hay algo en lo que todavía encuentro sosiego: en las páginas de Boecio. Por eso, esta noche voy a llevar a cabo una cura para mi debilitada psique: sumergirme en varias ediciones de La Consolación de la Filosofía y compararlas para ver cuál es más fiel a la original.
Esta será una noche de alegría.
Ya les contaré cómo ha ido mi cura.

Ignatius J. Reilly, amante de la filosofía medieval




martes, 27 de mayo de 2008

S.O.S

Oh mis fieles lectores, ¡si conocierais mi penosa situación! Les escribo desde el enmarañado campo de batalla en el que me encuentro, mi madre no soporta los BANG BANG del nuevo juego que como buen muchacho llevo disfrutando desde anoche. NO! NO! esa terrible vieja vuelve a arrebatarme mi Amstrad! klsjfinmcpiozvjfozm´zom zpo socorrooo klfdjaiornvñlanbklñbndç EBHLOCFB-Ofjbh mñlcfbh lt`
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Desde las trincheras luchando por la libertad, Ignatius

lunes, 26 de mayo de 2008

Videojuegos de antes y de hoy

Desde que tengo dos ordenadores paso bastante tiempo intentando desentrañar los misterios del insondable y perturbardor mundo de los viedojuegos. Los videojuegos, que en los albores de su nacimiento eran inocentes programas de dibujo tosco y poco agraciado, programas que no buscaban más que la diversión limpia y pura que produce el rebotar de una pelota o la mera interacción humana con la máquina, se han convertido hoy en pozos de depravación, indecencia, erotismo, violencia y bajezas vacías y sin fundamento. Los juegos que se me ofrecen en las tiendas para el más moderno de mis ordenadores son un derroche de color y técnica que no se ve sustentado por la más mínima jugabilidad, y me resulta de lo más insultante verme manejando a un muñeco de color y forma absurdos (a veces mi personalidad se encarna incluso en la de una mujer de formas exhultantes, lo cual me parece del todo inadmisible) que no quiere obedecer a mis comandos y siempre acaba cayéndose al precipicio. Por otra parte, no entiendo los juegos de coches. Conducir no es, ni de lejos, una actividad divertida. Es un deber y una necesidad que mi obsesa madre debe cumplir para asegurar el sustento de la familia, nada más.

¿Dónde han quedado los juegos de antaño? En las tiendas desde luego no. Menos mal que conseguí que arreglaran mi Amstrad, porque he encontrado un foro donde aficionados nostálgicos intercambian juegos para mi máquina, e incluso los venden cuando se cansan de ellos. He contactado con un amable caballero llamado "SenseOfLife42" que está dispuesto a venderme algunos clásicos por un módico precio. Aquí dejo las imágenes que me ha mostrado:





Tengo muchas ganas de probarlos. Estos sí son juegos decentes y clásicos, que invitan al entretenimiento puro sin pedir nada a cambio. Manifestaciones sinceras de creatividad y buen gusto. Cuando haya juegado el tiempo suficiente, hablaré un poco más de estos clásicos imperecederos que la modernidad pugna por exterminar con todo su descaro y su indecencia. Yo les enseñaré.

Fdo: Ignatius J. Reilly, Nostálgico informatizado.

domingo, 25 de mayo de 2008

El barrio francés

Lector:

Me encuentro en un estado depresivo, y con la válvula negándose a abrirse, las cosas no me pueden ir peor. Ya ni la televisión me consuela, sólo hallo un poco de reposo en Internet y por supuesto, en las páginas de Boecio.
El resentimiento y la envidia de mi jefe ante mi augusta persona, la grandeza de mi psique y de mi visión del mundo no hacen más que aumentar. Ha buscado una nueva forma de empequeñecerme, una completa depravación, me ha mandado a trabajar al Barrio Francés, la zona de esta terrible ciudad que es Nueva Orleans que más vicios y aberraciones humanas alberga. No es un lugar adecuado, evidentemente, para un joven recto y de buenas costumbres como yo. Por eso, y nada más llegar esta mañana al terrible lugar, tuve que comerme tres salchichas para soportar la impresión. Luego elevé una discreta oración a San Mederico Ermitaño, al que se invoca por los trastornos intestinales.
Medité largo rato sobre esta angustiosa situación en la que Fortuna me ha puesto, y pensé que quizás este barrio me proporcionará la posibilidad de llevar a cabo una cruzada por el buen gusto y la decencia, y por la geometría y la teología; y así pueda desbancar a Myrna de su pedestal de ignorante pedantería pseudo-revolucionaria.
Pero ahora me voy a dormir, lectores, mañana me espera otro día duro en las calles de este insufrible lugar. Y para que se hagan una idea de cómo es, les dejo un vídeo que he encontrado. Les aseguro que no me pasará lo que le pasa al cantante.

Ignatius, triste chico trabajador