miércoles, 28 de mayo de 2008

Noche de alegría

Lectores:

Como pueden suponer, he recuperado mis dos ordenadores, y aprovecho que mi madre está Dios sabe dónde -no quiero pensarlo- con ese jubilado indecente, para escribir en esta suerte de diario electrónico.
Mi trabajo -del que no hablaré hoy-, la ingrata Fortuna, el estado paranoico de mi progenitora, la ausencia de reparadoras jornadas jugando a los videojuegos, y mi válvula, que obstinada, se niega a abrirse, van a acabar conmigo.
Ni bucear en los rincones más turbios y perturbadores de Internet, ni la crítica implacable de toda la inmundicia cinematográfica, hipertextual, televisiva, literaria y musical que se cruza por mi vida; sirven para que mi inquieto espíritu descanse.
Sólo hay algo en lo que todavía encuentro sosiego: en las páginas de Boecio. Por eso, esta noche voy a llevar a cabo una cura para mi debilitada psique: sumergirme en varias ediciones de La Consolación de la Filosofía y compararlas para ver cuál es más fiel a la original.
Esta será una noche de alegría.
Ya les contaré cómo ha ido mi cura.

Ignatius J. Reilly, amante de la filosofía medieval




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