lunes, 2 de junio de 2008

Echo de menos mis videojuegos

Amable pero ciertamente poco avispado lector, lamento haber estado ausente durante estas horas aciagas, pero no consigo encontrar ánimos para escribir nada coherente. La culpa la tiene mi madre (sí, esa manifestación del maligno en forma de anciana que acecha en cada rincón con ojos extraviados y aliento con olor a whisky, como recién salida del averno) que, haciendo ostentación del más vil de los ánimos, ha escondido mi Amstrad definitivamente y no me deja jugar a los videojuegos.

Ahora estoy utilizando el ordenador moderno, que no me gusta nada para jugar, porque los colores chillones me marean y los argumentos de los videojuegos son rebuscados, negros y de mal gusto. Cuando juego con este ordenador no paro de matar gente cuyas vísceras impregnan mi pantalla, y eso, después de comer tantos productos Paraíso me revuelve el estómago de una manera horrible y absolutamente inaceptable. Al final se me acaba cerrando la válvula y me tengo que acostar. Para colmo, cuando intento jugar a juegos menos violentos no acabo de entenderlos... ¿por qué el monigote colorista ese que manejo de vez en cuando no tiene brazos ni piernas, pero sí manos y pies? Es todo tan absurdo que me deprimo mucho.

Yo lo que quiero es jugar con mi Amstrad al Space Invaders... es un juego tan geométrico y teológico... sobretodo geométrico, porque tanto la nave como los marcianitos como los lasers que con tanta habilidad disparo están hechos con cuadraditos. Y el Pong, ese sí es una obra maestra. Nunca pensé que jugar a tan burda analogía del Tenis (juego, por todo lo demás, absolutamente odioso) podría llegar a ser una actividad tan sublime... me estoy poniendo melancólico.


Yo quiero mi ordenador. ¡Lo quiero!

Fdo. Ignatius J. Reilly, Intelectual incomprendido.

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