domingo, 25 de mayo de 2008

El barrio francés

Lector:

Me encuentro en un estado depresivo, y con la válvula negándose a abrirse, las cosas no me pueden ir peor. Ya ni la televisión me consuela, sólo hallo un poco de reposo en Internet y por supuesto, en las páginas de Boecio.
El resentimiento y la envidia de mi jefe ante mi augusta persona, la grandeza de mi psique y de mi visión del mundo no hacen más que aumentar. Ha buscado una nueva forma de empequeñecerme, una completa depravación, me ha mandado a trabajar al Barrio Francés, la zona de esta terrible ciudad que es Nueva Orleans que más vicios y aberraciones humanas alberga. No es un lugar adecuado, evidentemente, para un joven recto y de buenas costumbres como yo. Por eso, y nada más llegar esta mañana al terrible lugar, tuve que comerme tres salchichas para soportar la impresión. Luego elevé una discreta oración a San Mederico Ermitaño, al que se invoca por los trastornos intestinales.
Medité largo rato sobre esta angustiosa situación en la que Fortuna me ha puesto, y pensé que quizás este barrio me proporcionará la posibilidad de llevar a cabo una cruzada por el buen gusto y la decencia, y por la geometría y la teología; y así pueda desbancar a Myrna de su pedestal de ignorante pedantería pseudo-revolucionaria.
Pero ahora me voy a dormir, lectores, mañana me espera otro día duro en las calles de este insufrible lugar. Y para que se hagan una idea de cómo es, les dejo un vídeo que he encontrado. Les aseguro que no me pasará lo que le pasa al cantante.

Ignatius, triste chico trabajador



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sé fuerte Ignatius. El cantante es un indecente, pero tú vales mucho más que eso. Lograrás sobreponerte al demoníaco barrio francés y triunfarás sobre los grilletes de la opresión. Ánimo!

Anónimo dijo...

Tal vez tu válvula funcionaría mejor si redujeses el consumo de salchichas. Creo que están hechas con carne de perro, o algo.